lunes, 19 de enero de 2009

EL CASTILLO DE BELMONTE

La bruma cubría las ventanas. Todas las noches parecían iguales en el Castillo de la Villa de Belmonte, frías e inapacibles. Antonio necesitaba descansar después de tanto tiempo sin escribir algo satisfactorio, y este era sin duda el lugar adecuado en el que uno podría inspirarse hasta para una novela de terror. De día era otra cosa, la luz entraba por los ventanales y parecía que los fantasmas se escondían entre los tapices de caza hasta la próxima noche. Para Antonio, lo mejor de aquél lugar era el jardinero colombiano, joven, rubio, bajo pero lleno de vida, un idealista que le habría atraído en cualquier parte. Se arregló ligeramente, como a él le gustaba, y bajó al salón principal.
-Perdona Ana, ¿qué hay hoy para desayunar?-Antonio conocía a todo el personal de su amigo Miguel Ángel, el dueño de la casa, que se encontraba ausente unos días y se la había prestado hasta su vuelta.- Hay un poco de todo, ¿qué le apetece?- contestó ella sonriendo, como siempre, con sus 17 espléndidos años-¿qué quiere que le traiga?- Tráeme al jardinero, envuelto en papel de aluminio- Antonio, levantó una ceja en señal de complicidad e ironía.- Ese es mío, ja, ja, ja, yo le visto primero- Ana se reía por cualquier pequeño motivo- Además, Germán está casado con una polaca, en cuanto consiga el permiso de residencia en España (aunque lleva mucho esperándolo) se marcha para allá a rehacer su vida que ya será residente comunitaio y va siendo hora de que se asiente el pobre.- Ya, ya, es broma. Por cierto, ¿has visto mi pluma en algún sitio? Es que no la encuentro. Estaba rota, ¿recuerdas que te lo comente ayer?- preguntaba con cara de confusión, mientras registraba la habitación- pues resulta que ahora no la veo.- Será que la bruja la está arreglando- soltó otra carcajada llena de encanto- esa que cumple todos los deseos de este castillo. ¿No se lo dije?- Ah, sí, la bruja- Antonio contestó incrédulo- pues le voy a pedir una idea para una nueva novela, que es lo que me está haciendo falta. ¿Y de cuando dices que viene esa historia?- él seguía buscando por todas partes, mientras hablaba.- Oh, me la he inventado yo, es que desde que estoy aquí se me cumple todo y cada castillo tiene un fantasma, ¿no?, pues el de aquí es bueno, ja, ja. Voy a traerle el desayuno a mi gusto, que ya sé lo que necesita hoy- Ana salió de la habitación, riéndose, siempre riéndose.
A media mañana, el escritor decidió dar un paseo por los jardines de la finca, para llenarse de paz y encontrar algo parecido a la inspiración, pero lo único que encontró fue a Germán, el jardinero. Estaba descansando a la sombra de un olmo gigante, con su pluma en la mano.
-Te llamas Germán, ¿verdad?- cualquier frase es buena para comenzar una conversación.- Sí, sí señor, disculpe. Estaba descansando un rato. ¿Necesita algo? –Germán tenía un marcado acento colombiano, que le hacía muy agradable.- Esa pluma...¿dónde la ha encontrado?- Ah, la tengo que arreglar. Estaba en mi taquilla de entrada, donde me dejan los señores los trabajos pendientes. Luego debo dejarla en la mesa baja del salón principal, en el cenicero- su tono estaba acompañado de una sonrisa enorme y compañera que le hacía muy entrañable.- El cenicero, me la dejé allí...así que habría aparecido en el mismo sitio que la encontré- musitaba Antonio. Cuando se dio cuenta de que apenas se le podía escuchar dijo por fin en voz alta- ¿los señores? Pero si están fuera, de viaje.- Sí, pero la pluma estaba allí, con unas indicaciones claras, así que la arreglaré.- Está bien, está bien, que tenga un buen día.
Antonio, se marchó preocupado. Alguien se estaba molestando en hacerle creer en fantasmas, o en asustarle, o simplemente en darle motivos para distraerse...”Distraerse, ese podía ser el motivo”, pensó de repente, completamente metido en ambiente novelesco, “quieren distraerme de algo”. Decidió ponerle una trampa a su ficticio fantasma e intencionadamente habló durante la cena de un libro que jamás había conseguido ver en persona, ya que existían solamente tres ejemplares en el mundo, y de su deseo de poder tenerlo entre las manos. Esa noche se acostó intrigado por saber si el buen fantasma del castillo le haría llegar su expresado deseo. Se lo había puesto muy difícil.
Se levantó lleno de esperanza, pensando que en algún momento aquella joya literaria le sería entregada. Y así fue. Germán fue también quien le hizo llegar un paquete que había llegado a su nombre, y que contenía el libro en cuestión, sin nota alguna, sin remitente. Esta vez, Antonio no preguntó, completamente asombrado tomó el libro y dió las gracias.
Se encontraba realmente intrigado, durante la cena de la noche anterior sólo estaba presente Ana, la camarera y ella no tenía dinero ni medios para conseguir aquel ejemplar. Cada vez más asombrado, siguió haciendo pruebas un par de días más, nombrando deseos cada vez más difíciles que le iban siendo concedidos. Se dedicó a investigar el castillo, registrándolo de arriba abajo, pero no había nadie. Sólo Ana y Germán, dos personas jóvenes y sencillas. También pensó en que su amigo le podía estar gastando una broma y se dedicó a buscar micrófonos, cámaras o similares. No encontró absolutamente nada. Entonces, decidió sacar de nuevo la conversación con Ana, durante la cena, en el salón principal.
- Eh, preciosidad- la llamó con un guiño de ojo.- Diga, D. Antonio, ¿qué necesita?- ¿Qué tal va tu fantasma bueno? Estoy empezando a creer en él- Confesó dejando ver sus intenciones de conversación sobre el tema.- Claro, es que es cierto, se cumple todo, todo y a todo el mundo. A Germán le acaba de llegar el permiso de trabajo, después de dos años pidiéndolo, al menos podrá ir tranquilo a Polonia. La pena es que ya se marcha de aqué. Y a mí me han concedido la plaza en la escuela de peluquería esa del centro de Madrid, es buenísima- continuó contando Ana llena de entusiasmo- Así que, yo también me voy. No sé cómo lo hace, ni quién es, porque aquí hay muchas veces que no hay nadie, pero estoy convencida de que es cierto. Pida algo antes de irse, aproveche. Se va usted mañana también, como nosotros, ¿no?
- Sí, ya me voy mañana, vuelve mi amigo Miguel. Comeré con él y me marcho a casa, creo que tengo un libro que escribir-comentó en voz baja, casi incrédula- lo que no sé es cómo terminarlo.- ¿Ha encontrado aquí una historia que merece la pena?- Creo que sí. Se trata de un triángulo amoroso que ocurre en un viejo castillo, entre dos jóvenes y un cansado escritor, que los quiere a ambos, casi como a dos hijos, y mueve los hilos necesarios para conseguir todos los sueños que ellos le cuentan. Tiene un viejo amigo, el dueño del castillo en el que está pasando unos días, el mismo para el que trabajan ambos jóvenes, que ya les había hecho algunos favores pequeños a sus empleados, sin decirles nada, cosas que sabía deseaban y no podían conseguir. Ahora, el escritor continua esa costumbre durante los días que pasa en el Castillo de su amigo. Pero hay algo que no comprende y es por qué a él también se le cumplen los deseos- Todo esto lo contó Antonio sin que a Ana se le moviera una pestaña, ni dejara de sonreir-. No sé cómo acabar mi novela. ¿A ti se te ocurre algo?- Bueno, no sé... estas cosas no van conmigo. A mí siempre me han gustado mucho los cuentos ¿qué tal si la pareja de jóvenes eran realmente un par de musas disfrazadas, de esas que prueban el corazón de la gente y, cuando ven que tienen la sensibilidad adecuada, les muestran la inspiración? He leído que lo hacen mediante hechos reales, cosas que hacen les vayan pasando a los artistas y de las que sacan las ideas para sus obras maestras. ¿Qué tal? - Antonio se quedó petrificado, no podía ser verdad tanta magia junta. Estos últimos días habían parecido de cuento, sin duda, pero hasta ese punto..., cuando se quiso dar cuenta, vió a Ana que se marchaba sonriendo como siempre.
Antes de salir de la habitación se volvió y le dijo-Me ha encantado conocerle Antonio. Germán y yo nos marchamos mañana a Madrid, nuestro trabajo aquí ha terminado. ¡Buena suerte!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado de fondo, pero la forma de escribirlo me parece un poco liosa. No sé, yo no entiendo mucho. Sigue escribiendo.

ABRAXAS CADIZ dijo...

¡Bisho, ya no me sale el cartel de prohibido el paso!
Bueno, acerca de tu... no se como llamarlo, cuento, o bien relato, no sé...
Es una buena historia, pero coincido con el comentarista anterior. Es algo liosa. Creo que debes usar más puntos y aparte; clarificaría el texto. Y quizá frases más cortas. Al menos a mí me gusta usarlas. Cuesta menos leer.
Me ha gustado, en resumen, así que toma mi crítica como positiva y constructiva.
Sigue adelante, bisho,
Un abrazo muy fuerte

Anónimo dijo...

Gracias por vuestros comentarios compis. Seguiremos aprendiendo. Lo bueno es pasarlo bien en el camino.
besos.

Gato dijo...

Me gustó mucho el cuento amigo, yo creo que sos muy talentoso así que seguí escribiendo que es lo tuyo.
Acá dejo mi blog:
http://piensoluegosubsisto.blogspot.com/