martes, 30 de septiembre de 2008

El día más feliz de su vida 1/4


María estaba desnuda de ropa y vergüenza, asomada al ventanal de su habitación. No se percibía más luz que el tenue resplandor proporcionado por la farola de la acera de enfrente, sobre los muebles. Miraba el parque al otro lado de la calle, que tantas veces había cruzado asustada hasta llegar a casa. A pesar de la vida diurna del lugar, lleno de niños, madres y ruidos, una vez quedaba vacío le producía una sensación de peligro inexplicable.Cansada de recordar, se giró hacia el amplio salón decorado personalmente con una mezcla de buen gusto y salidas de tono. Se dirigió hacia el cuarto de baño, se puso la leche hidratante a la velocidad que se apura un yogur. Viejas imágenes insistían en aparecer en su cabeza: la playa cantábrica donde jugaba cada día de niña, la panda de jóvenes más idealistas del mundo, sus flirteos con los grupos radicales a los que pertenecía su novio y parte de sus convicciones –y en las que llegó a aprender algo de seguridad personal, electrónica, mecánica, vigilancia-, su retirada de todo antes de que alguno de sus principios chocase con el resto de ellos..., la carita de su hijo...imagen que se quedo congelada, por unos instantes, en la retina de su recuerdo -¿cuándo podría tenerlo con ella de nuevo?, pasado mañana cumplía doce años-, este pensamiento la devolvió al presente. Escogió un vaquero y un top plateado que encontraba soporte en su cadera, y tras bajar la escalera de madera del edificio histórico en que se hallaba su piso de alquiler, abrió la pesada puerta que la condujo por fin a la calle. Su paso provocaba una sombra externamente esbelta con pinza en el pelo.

Se dirigió hacia la estación de metro más cercana: “Notting Hill”. El tubo le resultaba algo repelente, acostumbrada a las limpias amplitudes del metro español. Sin embargo, también era un pequeño símbolo de su independencia elegida, una prenda de una decisión tomada con todas las consecuencias: irse a vivir a Londres. Allí estaba tranquila. Incluso los ratones que corrían por las vías no eran tan temibles, ya que le proporcionaban compañía segura, aunque fuera de los desconocidos que esperaban el siguiente tren. Al bajar en la última parada, ya a las afueras de la ciudad, María se apresuró en llegar a casa de su amigo Jaime. Según tocó el timbre pudo escuchar la música sonando al otro lado de la puerta; la fiesta ya había comenzado. Jaime abrió sonriente, aunque con un toque de inquietud en la mirada.

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Tres horas después se marchaban los últimos invitados del viernes por la noche. Jaime y María se sentaron en el sofá agotados. Por un lado, estaban trasnochando tras toda una semana de trabajo, por otro, les esperaba un día más satisfactorio que difícil, aunque no falto de tensión.

- ¿Qué te ha parecido la fiesta? -preguntó él, solicitando un feedback que su mirada parecía inquirir como urgente-.
- Tranquilo, estoy bien. Todo ha salido como una noche más -respondió María junto con un suspiro lleno de cansancio, mientras apoyaba la cabeza sobre el brazo del sofá-.
- Nunca será una noche más -sentenció Jaime con una media sonrisa- me voy a la cama.

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A la mañana siguiente, María se despertó antes de tiempo y salió a correr un rato por el barrio. La sensación de estar sola, tan temprano, cruzando calles tranquilas, y además, haciendo ejercicio, le gustaba casi más que el tremendo desayuno del que haría acopio más tarde. Iba pensando de qué se haría el sándwich integral de tres pisos cuando su mente paró de repente. Había escuchado una sirena de policía que sospechaba estaría a unos doscientos metros de ella, en esa misma avenida. Inmediatamente se escondió en un portal. Lo último que pretendía era no poder llevar a cabo sus planes para ese día. Aunque ya no era buscada por nadie, algunas reacciones, como la de esconderse ante una sirena policial, se habían quedado grabadas en ella y las reproducía de forma automática, sin pensar. El tiempo en que ella podía tener alguna información no muy relevante o haber participado en altercados callejeros o pegadas de carteles, ya pasó. Ni siquiera su antiguo compañero seguía intentando que volviese. Cuando fue consciente de que lo que le había ocurrido no tenía sentido, volvió a salir a la calle con el objetivo de llegar a casa de Jaime cuanto antes.

3 comentarios:

ABRAXAS CADIZ dijo...

Bisho, ¿para cuándo la próxima entrega? Estoy en ascuas... ¿le ha pasado algo a Jaime? Y... si le ha pasado algo ¿ha sido por mano de malvado o por la suya propia?
Anda, anda... empieza con la segunda entrega...
Un beso, bisho...

Ninalla dijo...

En ascuas me tienes!!!!!!.

Altea Gálvez dijo...

Vale, vale, pondré el siguiente en breve.
besos